(C) Ian Hubert
La temprana luz de la mañana era desconcertantemente azul. Este no era un tiempo para humanos.
Mike prendió la luz de la cocina, sólo para reafirmar la absurda impotencia del triste cielo de la mañana.
Frotar los pies.
Manija del refrigerador.
Leche.
Frotar.
Se recargó sobre el mostrador, comiendo un poco de cereal. O potaje. O avena o algo. Lo que sea. Ahora no se moriría.
El auto estaba frío; las calles estaban abiertas. El alumbrado público estaba inconsistentemente alumbrado. Mike presionó ‘siguiente’ en aleatorio una docena de veces antes de percatarse que lo que buscaba era silencio.
No podía recordar en lo que había estado pensando.
Cada que escuchaba un audiolibro, Mike imaginaba al lector sentado en un banco bajo una luz estelar en medio de un estudio enorme pintado de negro, sosteniendo una copia desgastada del libro y rodeado por micrófonos. De hecho, así es como se imaginaba toda la música que escuchaba; cada músico bajo esta única solitaria luz, nada antes o después o afuera. Excepto los Beach Boys.
No tenía idea de dónde se presentaban los Beach Boys, pero de seguro no era bajo esa luz. La playa?
En eso había estado pensando.
Luz roja.
Luz roja.
Luz amari-roja.
Luz verde.
Batman.
El hombre vestido como Batman corrió frente al auto que aceleraba de Mike y le hizo señas para que se detuviera. Mike lo hizo. El hombre le hizo señales para que bajara su ventana. Mike no lo hizo.
“Necesito un aventón!” gritó el hombre vestido como Batman.
“Lo lamento, necesito irme,” contestó Mike pobremente. Muy pobremente.
“Sabe usted quién soy?” gritó el hombre vestido como Batman.
“Un hombre vestido como Batman?”
“Soy el Batman real, y necesito su ayuda para salvar a la ciudad.”
Cuando Mike era un niño había brincado desde el trampolín más alto para impresionar a sus amigos. El truco, había descubierto, era nunca darse la oportunidad de reconsiderar. Trepa la escalera, camina hasta la orilla, y cae al agua- ni siquiera pienses en saltar. El momento en el que pensaste en saltar, tuviste una opción. Pudiste reconsiderar. Re-evaluar esos pros y contras.
Su mano ya estaba en le manija de la puerta del lado del pasajero antes de que Mike comenzara a escuchar sus propias dudas. Estaba demente este sujeto? Probablemente, pero estaba vestido como un vigilante, así que probablemente era el buen tipo de demente. Además, le daría algo para contarle a los chicos durante la hora de la comida. Tendría que tomar una foto con su celular.
Él abrió la puerta, y Batman entró. Mike se quitó de la intersección.
“Deberías ponerte tu cinturón,” dijo Mike.
“Requiero estar listo para saltar y andar. Es una precaución,” dijo Batman.
“Sí, excepto que creo que me multarían si nos paran. Abróchate o bájate.”
“Bien.” dijo Batman. Se puso su cinturón.
Condujeron bajo más alumbrado público, cableado, y el cielo que se iluminaba.
“Entonces,” dijo Mike, “Por qué eres Batman?”
“Por qué pregunta preguntas ridículas? Soy Batman porque soy un símbolo de justicia. El Pingüino liberará una parvada de pingüinos robóticos desde el sistema subterráneo de transporte, y debo advertir al alcalde.”
“entonces eres uno de los ‘ayudantes’ de Batman?”
“No. A qué se refiere?”
“No estamos en Gótica. No creo que Gótica en verdad exista, o sí?”
“Supongo que eso explica porque no estoy ahí.”
“Supongo.”
Batman observaba por las ventanas. Abrió deslizando la cubierta del quema cocos
“Debo ser precavido con ataques desde arriba. Mis enemigos piensan tri-dimensionalmente.”
“Claro,” contestó Mike, “Así que tienes de esos, qué son, batarangs? No eso es tonto. Cómo se llaman?”
“Sí. Batarangs,” dijo Batman sin alterarse, “Y sí tengo.”
Batman sacó unos batarangs de su cinturón de utilidades. Mike asintió.
Luz roja.
“Sólo pásela,” dijo Batman, “Vamos con prisa.”
Mike se detuvo.
“Me está matando. Tiene alguna idea de cuán urgente esto es?” dijo Batman.
“Sabes, para ser un seguidor de la justicia, estás intentando bastante romper la ley.”
Batman guardó silencio. Luego habló.
“Así que qué hace? Cuál es su nombre?”
“Soy Mike. Soy un repartidor de donas.”
“Ya veo. Sabe, son personas como usted que hacen que la sociedad corra.”
“Eso es sarcasmo?”
“No.”
“Sólo es repartir donas.”
“Yo creo que es hermoso,” dijo Batman.
Mike frunció el ceño para que Batman no pudiera ver. Se sentaron en silencio por un rato.
“Aquí es,” dijo Batman. Estaban en la alcaldía.
Mike avanzó hasta la banqueta y Batman estaba inmediatamente afuera del auto. Rápidamente se asomó de vuelta al carro y sacudió la Mano de Mike.
“Gracias, Mike.”
“Mike Dobbins.”
“Gracias, Mike Dobbins. Le ha hecho a su sociedad un gran favor.”
“Sí.”
Batman se volteó para irse, y Mike le gritó.
“Hey, si alguna vez estás de paso, búscame.”
Batman no lo escuchó. Él estaba corriendo por los escalones de la alcaldía, donde varios policías esperaban con el alcalde para acompañar a Batman adentro.
Las puertas ya habían estado cerradas por unos segundos cuando Mike gritó, “Por qué no usaste el Bati-Movil?”
Luz verde.