Imago Mundi (o: Sobre los mapas)

Me gustan los mapas. Éste es un aspecto de mí mismo del que me llevó tiempo darme cuenta, pero el cual acepté y recibí con los brazos abiertos en menos de un instante. Hace años escribí un ensayo (que quizá sí o quizá no es un ensayo) que nunca vio la luz del día pero hoy, finalmente, estoy lanzando al mundo este escrito que, en sí mismo, es un mapa a cómo pensaba en aquél entonces.

Prefacio al prefacio, para BlogZone

Así como usted lo leyó; estamos en el reino de los múltiples prefacios antes de un escrito, como si se tratara de un texto literario De Verdad™. Vamos retrocediendo al pasado con cada capa, encontrando diferentes niveles de interpretación de un autor sobre su propia obra, separados por el paso del tiempo; lo cual no es un tema inusual para este sitio web azul en general, y mucho menos para este autor en particular. Alguien podría estar tentado a hacer un mapa de todo este asunto.

Este texto fue escrito hace casi seis años pero en ese tiempo sólo ha sido leído por una o dos personas además de mí; hace un año nuestra pequeña revista estaba teniendo muchos ensayos publicados como artículos y se nos ocurrió hacer un número entero dedicado a ensayos (nuevos o pre-existentes) escritos por nosotros, por lo cual lo desempolvé, le hice un diseño muy chulo, y estaba listo para ser publicado, pero– el número de abril 2023 nunca llegó, y no ha habido ninguna publicación posterior. En otra ocasión hablaremos sobre la querida revista y su destino. Si alguna vez leíste la revista, sabrás que le dedicábamos mucho esfuerzo al diseño gráfico de cada artículo, con grandes títulos, colores, e imágenes. Cosas que funcionan muy bien cuando vas a compartir algo en PDF o imprimirlo –modelos en los que una vez diseñados, siempre serán vistos por el lector de la misma manera– pero que son imposibles de recrear en un sitio web que puede ser accesado desde escritorio o móvil, y en el que cada usuario puede tener configurado un tamaño de letra diferente, entre otras mil variables. Utilizaré los elementos gráficos que diseñé para el artículo de la revista en esta versión HTML, por si te preguntas de dónde proviene la unidad visual que presentan. Este quizá-sí quizá-no ensayo no fue escrito con el fin de ser publicado en ningún contexto académico, sino con la intención de hilar y acomodar múltiples ideas dispersas que estaba teniendo y a las que había sido expuesto durante ese tiempo, sin una meta de extensión, sin hipótesis, sin muchas cosas que el mundo académico demanda, pero la exploración artística ignora.

Ahora te dejo con un Yo del Pasado, quien te dará una explicación más profunda sobre el texto, antes de que él te dé paso a un Nosotros todavía anterior.

Prefacio, para Behind the sceneZ

Lo que se encuentra a continuación es un ensayo que escribí a finales del 2018 en un estado de trance perpetuo (propiciado por una constante falta de sueño y una situación emocional desafortunada), mientras trataba de entender y reconicliar diferentes ideas que estaba teniendo en aquél entonces. Aquél año yo estaba explorando formalmente, por primera vez, lo que un mapa puede ser; aunque en años pasados ya había tenido un par de acercamientos ligeros a la cartografía amateur, no fue sino hasta ése en el que me di cuenta de que los mapas eran algo que había estado presente en mi vida desde que tengo uso de razón, que me llamaban la atención, y que eran mucho más (pero, a la vez, nada más) que sólo líneas.

El texto se presenta mayormente como fue escrito, sólo con correcciones ortográficas cuando han sido necesarias, y sin ninguna fuente citada, lo cual, a los ojos de este humilde autor, bien pudiera descalificarlo de merecer el prestigioso título de “ensayo”. La razón para esta ausencia es sencilla: lo terminé de redactar, cerré todas las pestañas de investigación que había tenido abiertas por semanas en un despliegue de liberación ardiente, y procedí a olvidarme del tema por múltiples meses. Para cuando se me ocurrió que sería buena idea colocarle las citas como es debido, el historial de mis dispositivos había borrado cualquier trazo de la investigación, y no tuve la fuerza de voluntad necesaria para enfrentar el reto y redescubrir mis fuentes. La distinción entre si es un ensayo o un delirio lúcido del autor queda como responsabilidad del lector.

El mapa babilónico del mundo

Parte primera: La Imagen del Mundo

En el Museo Británico se encuentra, en exposición permanente, una pequeña tablilla de arcilla que tiene tallado texto cuneiforme y, debajo de éste, el mapa del mundo más antiguo que se conoce (fig. 1,2). Fechado al sexto siglo antes de la era cristiana, el mapa es una representación simbólica del mundo que conocían los babilónicos y, aunque se han encontrado mapas desde el 16,000 A.C. hasta el 25,000 A.C., el mapa babilónico es el primero en encapsular todo el mundo conocido.
 Gráficamente, el mapa consta de dos círculos concéntricos, dentro de los cuales se encuentran un par de franjas verticales predominantes. En la intersección superior de las franjas y el círculo interno hay una cuña y un poco debajo de ésta hay un rectángulo horizontal. Hacia abajo, las franjas verticales no tocan el anillo interno, sino que se topan con otra serie de franjas horizontales y diagonales. A lo largo del círculo interno hay varios pequeños círculos. A lo largo del círculo externo, apuntando hacia afuera, hay triángulos haciendo que el mapa parezca una estrella de seis picos. Entendiendo que este mapa era por y para habitantes de Babilonia (y habiendo traducido la escritura cuneiforme), hoy se sabe que las franjas verticales representan el río Éufrates, y el rectángulo superior es la misma ciudad de Babilonia, mientras que los otros círculos representan ciudades del mundo antiguo. La cuña representa la cadena montañosa Zagros, y las franjas en la parte inferior del mapa parecen ser pantanos o dónde el Éufrates desemboca en el mar, representado aquí por los dos círculos exteriores. Con lo que hemos visto hasta ahora podemos entender cómo es que éste sería un mapa práctico para cualquier habitante de Babilonia: sirve para saber cómo llegar a otras ciudades, conociendo el punto de partida, las montañas al horizonte, y otros referentes geográficos.
 Pero, ¿qué son los triángulos que conforman la estrella exterior? Son tierras lejanas e inalcanzables, donde habitan seres legendarios. En una de ellas se dice que encalló el Arca después de la Inundación. El texto en la tablilla hace referencia a eventos y tradiciones mucho más antiguas que la época en la que fue hecho, y la inclusión de mitología es algo natural que no requirió mayor explicación para los poseedores de estos mapas.

Esta concepción de lo que es un mapa es sumamente ajena a nuestra realidad, en la que todos los días revisamos Waze, Google Maps, y Earth. Nosotros podemos revisar desde nuestro hogar cómo llegar desde cualquier punto en la superficie del planeta a cualquier otro punto, con todo y datos en tiempo real del tráfico, los horarios de trenes y aviones, y hasta el clima. Podemos “ver” desde la misma calle cómo llegar, y encontrar fotografías satelitales y a nivel del suelo de nuestras propias casas. Todos éstos son logros de la humanidad que superan la fantasía; son hazañas del ingenio y la tecnología, pero fallan en ser personales. Fallan en sentirse propias de alguien. Aquí es donde se presenta la principal diferencia entre las dos categorías de mapas que hay hoy en día: el mapa simbólico y el navegacional.

  • Los mapas navegacionales son aquellos que cumplen, cómo principal función, el proveer datos y distancias acertadas y con precisión científica. Datos de la geografía local, relieve, altitud, clima, ecosistemas, rutas, calles, caminos, etc. Son herramientas, y están estandarizados para ser legibles por cualquier persona sobre el globo de tal manera que, incluso si no lee el idioma en el que está impreso, puede entender la información general que transmite el mapa.
  • Los mapas simbólicos, al contrario, son un fin en sí mismo. Una pieza artística que contiene dentro de sí algunas verdades de la región, pero no se preocupa por ser científicamente acertado a varios dígitos de precisión. Al contrario, se toma libertades artísticas al interpretar el terreno, y puede escalar y deformar segmentos de acuerdo a su fin estético.

Hay quienes dicen que el mapa babilónico del mundo fue a convertirse en lo que en la Europa medieval se conoció como un “Mapa T y O” (fig. 3). Estos mapas eran una ilustración religiosa que buscaba ayudar a impartir las enseñanzas de la trinidad cristiana. Mostraban un círculo dividido por una línea que lo cruzaba en todo su diámetro, y otra línea, perpendicular a la primera, del largo del radio del círculo. Los tres espacios formados representaban a los tres continentes conocidos (África, Asia, y Europa). Asia ocupaba medio círculo, siendo el continente más grande, y por estar al este (por dónde sale el sol, y en dónde, se creía, se encontraba el Jardín del Edén); el segmento de abajo a la izquierda era Europa, siendo nombrada la línea que lo separa de Asia como “Tanais”, que es el actual río Don. Entre Europa y África la línea se llama “Mare Magnum” (Mediterráneo), y entre África y Asia, el Nilo. Estas divisiones forman la T del mapa, y el círculo, el “Oceanus”, es la O.
 La cartografía medieval, aunque conceptual en algunos mapas, también podía producir mapas exactos y detallados. Es un error creer que la cartografía comenzó a ser exacta en siglos recientes, es el hecho de que los civiles puedan poseer mapas lo que es reciente. Desde la época Romana, en librerías y otros lugares especiales se podían encontrar mapas. Lo que usaban los viajeros era un “itinerarium”, una lista de ciudades, pueblos, y otras paradas que uno se encontraría para llegar de un punto a otro, acompañadas por las distancias entre cada una, y uno de los mayores triunfos y demostraciones del poder que tenía el Imperio. Los mapas eran, entonces, un diagrama con el que se podía ver la relación de diferentes itinerariums. Medio siglo A.C. Julio César comisionó el primer Itinerarium Maestro, que tomó tres geógrafos y 25 años para completar todos los caminos romanos. Los griegos contaban con algo similar, el “periplus”, para puertos y navegación marítima.
 Siguiendo la idea del mapa T y O, un mapa de ilustración figurativa medieval es el mapa alemán “El Mundo en una Hoja de Trébol” (fig. 4), está en el formato de mapa mundi, de nuevo mostrando a los tres continentes para representar la trinidad, pero a diferencia del T y O, los continentes están ilustrados como si tuvieran la forma de una hoja de trébol, conectados en el centro por un círculo que representa Jerusalén. Otras áreas del mundo, como América e Inglaterra, están ilustradas con mayor veracidad geográfica, pero separadas del trébol.

Un mapa no es el mundo; es una imagen del mundo.

Un mapa tipo T y O

Parte segunda: Líneas Imaginarias

Lo desconocido es impensable. Desde que se realizó el primer mapa, éstos han cumplido la función de convertir en “visible” y “pensable” el mundo conocido, siendo siempre un reflejo de la perspectiva particular de las personas que lo hicieron.

Una postura de pensamiento en la cartografía es aquella que indica que, al realizar un trazo cartográfico, no se está representado un espacio, sino que se está creando uno nuevo. Con cada trazo nace un objeto cuyos significados e impacto son más que sólo los datos del entorno físico que ilustra el mapa, y se convierten en parte de una identidad local. Cuando alguien ilustra un croquis o da indicaciones para llegar a, por ejemplo, su casa, los puntos de interés que resaltará como referencia son objetos o características del terreno que, por el hecho de existir en el espacio de esa comunidad, adquieren una identidad que los distingue.
 Pero, a su vez, la creación de espacios en el colectivo imaginario ocurre a nivel global. Desde la división política de los países, hasta los meridianos y husos horarios. Así, los mapas se convierten en espejos de la historia, los valores, y la cosmovisión de quienes los hacen. Retomando, como ejemplo, el mapa babilónico del mundo no hace mención a los persas y egipcios, aunque los babilonios estaban más que al tanto de su existencia.

El códice mexica que relata el viaje realizado desde Aztlán –en donde el dios Huitzilopochtli les hizo saber qué buscar– hasta el Valle de México –donde encontraron la señal del águila en un nopal, es conocido como “La tira de la peregrinación”, y aunque ése título es erróneo en el uso de la palabra “peregrinación”, lo importante del documento es que presenta la historia del pueblo; su migración, su búsqueda de un lugar para establecerse, su viaje de doscientos años a través del país. Son veintiún láminas de papel amate, que suman más de cinco metros de largo, de alrededor del año 1500 de la era cristiana, y son uno de los documentos más importantes para entender la historia de la nación.
 La Tira se puede denominar hoy en día como “mapa”, puesto que va mostrando de manera gráfica el avance de los pueblos, aunque la posición de éstos en el papel no sea geográficamente correcta. Es un “itinerarium” ilustrado, y aunque no es el único códice que relata este viaje, los otros también se pueden entender como mapas puesto que todos los códices de los aztecas eran pictográficos.
 Es la historia de la fundación de uno de los imperios más grandes de la época, y el más grande de Mesoamérica. Pero es falsa. Hoy en día se sabe que un tlatoani mandó a quemar los códices que tenían la historia del pueblo azteca, sustituyéndolos por los que detallan el mítico viaje. En lugar de tener una historia de ser un pueblo pequeño y sin lugar donde vivir, serían recordados con un origen de leyenda.

Un mapa es una idea que todos aceptamos.

El mundo en una hoja de trébol

Parte tercera: Medición del Movimiento

Que los mapas representen en dos dimensiones un espacio geográfico es una convención y no una regla, y hoy en día los mapas se usan tanto para trabajar con el mundo real como con cualquier otra idea o concepto que se pueda beneficiar de ser ilustrada simbólicamente. Árboles familiares; cadenas de ADN; un collage de años de amistad; diagramas del cuerpo humano; funciones matemáticas en cualquier número de dimensiones; asociaciones y lluvias de ideas; etc. Los mapas son herramientas sumamente versátiles. Y, por consiguiente, también pueden ser usados para entender a las personas.

La mente de un bebé es un lienzo en blanco, y son los aspectos de su entorno y sus experiencias particulares las que le permiten a cada persona definirse a sí misma como individuo. Comienza entendiendo la relación entre sí y sus padres, sus juguetes, sus compañeros de la escuela; se va entendiendo que hay un pasado: una historia, tanto familiar como personal, tanto nacional como universal, y se va entendiendo cuál es la relación de esos eventos con uno mismo; se va conociendo que hay un mundo físico, desde las habitaciones de la casa, el camino a la escuela o casa de los abuelos, hasta entender los países, los planetas, y su lugar en todo ello. Vivir es aprender a navegar los espacios físicos y mentales en los que estamos sumergidos. Nuestro viaje particular por el espacio, el tiempo, y en relación con otros individuos es lo que define quiénes somos. Es el mapa de nuestra propia vida.
 Con excepción de algunas personas cuyas memorias son inusualmente buenas reteniendo información e imágenes, el resto de los mortales tendemos a olvidar. Gran parte de nuestra niñez temprana está perdida para siempre, fuera del alcance de nuestros recuerdos. Ni siquiera los eventos que uno considera importantes que ocurren cuando el cerebro ya está maduro se encuentran a salvo de ser distorsionados, o parcial o completamente olvidados tras unas cuántas décadas. Así que las personas, como navegantes o caminantes, van haciendo un mapa de sus propias vidas. Desde la caja de recuerdos y los álbumes de fotos de cuando éramos bebés y niños, a las maneras particulares que cada quien tiene de ir preservando lo que considera importante. Hay quienes guardan cartas, tarjetas, piedras, flores, souvenirs, zapatos, etc. Elementos que para ojos externos pueden parecer desasociados el uno del otro, pero cuando el individuo los ve es capaz de narrar cualquier número de anécdotas.
 Estos mapas de vida no sólo registran el pasado, sino que también se usan para trazar un camino hacia el futuro– sea a corto o largo plazo, cada quien tiene ideas de metas que desea cumplir y se construye a sí mismo un mapa de cómo llegar a lograrlas. Si alguien desea visitar un país o estudiar en una escuela, probablemente poseerá fotografías, recortes, postales, o cualquier número de elementos que le hagan pensar en dicho espacio. Si alguien desea ejercer alguna profesión, leerá e investigará y tendrá libros, revistas, o videos, y seguramente conseguirá alguna réplica o versión sencilla de las herramientas que se asocian con dicha profesión. Todos estos objetos son símbolos de un ideal, un destino.

La medición del movimiento a través de la vida se puede definir en años y días, pero ésas son convenciones que la sociedad adopta para que ella misma pueda existir y funcionar. Los individuos de dicha sociedad tienden a definir a su propia manera las facetas de su vida, ya sea en etapas de estudios o profesiones, en las parejas que han tenido, en los lugares donde han vivido, o bajo cualquier otra faceta arbitraria. La medición del paso por la vida no está ligada a fechas absolutas, sino a la percepción y denominación personal, y de igual manera, un destino no está atado al camino exacto que eventualmente se seguirá para alcanzarlo, sino que un destino es una idea sostenida por el viajero, sin la cual, el progreso (movimiento) por la vida se torna menos distinguible. Si uno no siente que está avanzando, el paso del tiempo pierde sentido, al grado que, sin una meta, el tiempo pierde significado y parece estancarse y estirarse eternamente hacia adelante. Uno se aísla de todo lo demás.
 El mapa que uno traza en su propia mente, conectando su pasado, su presente, y el futuro que desea, así como las personas, eventos, y lugares importantes de su vida define si esa persona siente que su vida es un caós o está bien direccionada; le permite a las demás personas comprender lo que es importante para uno y lo que desea; y, más importante, es una herramienta que permite unir y contextualizar los momentos y sentimientos vividos. El mapa personal bien puede incluir mitos y leyendas, mentiras, y todo tipo de líneas relacionando puntos de maneras que alguien más puede no entender, pero lo que importa es que es una herramienta que posée una imagen, una abstracción, de la realidad con la cual ésta se puede comprender y navegar.

Un mapa es un reflejo de cómo interpretamos nuestro mundo.

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